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Vilches y la perdida de Don Gilibaile

El Condado, Otras ciudades que visitar

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19 de noviembre de 2013

Sus primeros pobladores se asentaron allí en la Prehistoria como atestiguan los restos materiales encontrados en sus yacimientos. El período ibérico también dejó importantes restos en Vilches. Dentro de la zona de influencia de Cástulo estaba el poblado íbero de Giribaile, cuyas fortificaciones y amplitud revelan su gran importancia dentro de la comarca. Sobre un monte escarpado, existen restos de lo que pudo haber sido una poderosa ciudad ibérica fortificada. Incluso romanos y girisenos conviven en el castro como parecen mostrar los restos comunes de cerámica hallados.

Vilches perteneció a Al-Andalus durante cinco siglos, desde los primeros años del Siglo VIII a los primeros del Siglo XIII y llegó a ser una gran fortaleza conocida como Castrum, por estar levantada sobre las ruinas de un antiguo castro ibérico. El día 16 de julio de 1212 los cristianos vencen en la batalla de las Navas de Tolosa, lo que les abre las puertas del Valle del Guadalquivir. Y el Rey Alfonso VIII pide a Don Rodrigo Gardez para que tomara el Castillo de Vilches. Durante el siglo XIII se conceden fueros y se lleva a cabo el proceso de repoblación, pasando entonces Vilches a depender de la ciudad de Baeza. En 1627 Felipe IV concede a Vilches el título de Villa, independizándose así de Baeza. En los siglos siguientes, nuevos procesos de repoblación limitan el término municipal de la Villa para crear los nuevos núcleos de Arquillos, Carboneros, La Carolina y Santa Elena.

De su primitivo Castillo, aún conservamos fragmentos de argamasa y tapial pertenecientes a época bereber. La fortificación ibera terminó transformándose en una gran ciudad fortificada con una extensión mayor de 18 hectáreas. Esta poseía una muralla principal situada al sur, de unos 200 metros de longitud por más de 10 metros de altura donde hoy podemos observar una enorme hilera de escombros, y sobre ella. El resto de la meseta ocupada por el oppidum está resguardado por la natural orografía del terreno, que le dota de una notable defensa. No obstante, se abandonaría a inicios del siglo I a.C. después de un brutal arrasamiento por los romanos en el curso de las guerras y matanzas de Sertorio, huyendo los escasos supervivientes a Cástulo. El estrato de ceniza encontrado en Giribaile denota la quema de la ciudad.

Las investigaciones arqueológicas constatan la presencia de un importante poblamiento visigodo en sus inmediaciones, formado por pequeños asentamientos agrícolas de base cerealista, que complementarían con la ganadería. A falta de estudios más concluyentes, cabría relacionar estos poblados, el hábitat rupestre de las Cuevas de Espeluca, en el que se incluyen espacios de culto cristiano, con la existencia de una fortificación hispano-visigoda que fue posteriormente utilizada como basamento del castillo islámico.

A los que habría que añadir los restos de algún que otro torreón de mortero y mampostería, vinculados a época cristiana. Se pueden observar restos de cerámica y se han realizado unas catas donde se puede ver la distribución de las viviendas ibéricas. El castillo se encuentra en ruinas.

Existen varias leyendas sobre esta fortificación, la primera de ellas, es que un tirano secuestró a una bella joven y como ella no quería casarse con él, la encerró en las mazmorras del castillo para que muriese de hambre, de sed y de frío; pero los familiares de la doncella la salvaron y secuestraron al señor que murió del mismo modo:» de sed, de hambre y de frío». Y la segunda, que durante una partida de caza, el señor de Giribaile se extravió y cayó en el pozo de una mina abandonada de la que le fue imposible salir. Meses más tarde encontraron el cadáver. El señor de Giribaile había muerto de sed y de hambre.

Para los que ya habéis visitado Baeza ya sabéis que contamos sobre Don Gil y Baile Cabrera, dueño del Palacio de los Cabrera en la Plaza de Santa Maria. Y los que aún no hayáis venido animaros a pasar por la zona.

Junto a las ruinas del viejo castillo, en su mismo Patio de Armas, se encuentra la Ermita de la Virgen del Castillo, terminada en el Siglo XVIII y que venía a sustituir otra más antigua, de origen medieval, dedicada al Apóstol Santiago. Con planta de cruz latina con cubierta por medio cañón con decoración geométrica, salvo en el crucero, que se remata por media naranja sobre pechinas. Su actual Retablo fue realizado por el malagueño Francisco Palma Burgos.

Terminamos el artículo hablando de la Iglesia de San Miguel Arcángel. Construida a finales del Siglo XVI. Se trata de una única nave con cubierta de medio cañón con refuerzo de arcos fajones, con cabecera plana y capillas en nicho. El retablo de la capilla mayor es ya del Siglo XVIII, con tres calles separadas por columnas salomónicas, revestidas de cardos, y en cuyo ático presenta triángulos curvos que flanquean al Cristo Crucificado. De excelente factura el sagrario del retablo, decorado con temas naturales y cúpula gallonada.

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