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19 de mayo de 2020

Cuenta la leyenda que existía una familia acomodada y de buena posición en Úbeda. La familia tenía una hija llamada Doña Leonor. Una joven guapa y educada, que sabía comportarse y siempre estaba siempre su lugar. Era por ello que era muy pretendida por gran parte de los mozos de la ciudad. Pero a ella solo había un joven que le llamara la atención. Era Don Pero Gil.  Joven, y  noble de la ciudad. La pareja de veian a escondidas y se querían.

Un día don Pedro Gil fue llamado a filas. Tenía que marcharse rápidamente a la guerra y no hubo tiempo de desposarse con doña Leonor debido a esto doña Leonor le prometió que le esperaría su vuelta ya que no habían tenido tiempo de poder casarse.

El tiempo paso sin tener noticias de Don Pero Gil. Hacía de hecho ya 4 años de su partida a la guerra y no había recibido ni una carta ni un mensaje de parte del soldado. Durante este tiempo, los padres de doña Leonor le habían instado a que olvidará su promesa, ya que pensaban que habría fallecido en combate.  Pretendían que volviera a prometerse con algún mozo de la ciudad. El padre de doña Leonor, una vez pasado estos 4 años, tomó la decisión de desposarla ya que pasaba el tiempo y corría el riesgo de que a doña Leonor se le pasará el arroz. Y lo hizo con otro gran nombre de la ciudad: Don Rodrigo. Don Rodrigo era un noble bien posicionado, a la vez que bastante más mayor que Doña Leonor. El origen de Don Rodrigo había sido la pobreza pero fue escalando socialmente a base de tretas, trampas y diferentes matrimonios. Todas las mujeres habían ido falleciendo al poco tiempo de casarse. Se decía que era despiadado y solo usaba a las mujeres para medrar.

Cuando su padre trajo a Don Rodrigo a su casa y le informo del compromiso, Doña Leonor montó en cólera y dijo que no estaba dispuesta a casarse con semejante vejestorio. Ella todavía mantenía la promesa que había hecho a don Pedro Gil. Don Rodrigo se lo tomó el rechazo como una afrenta y secuestró a Doña Leonor. La llevó a su casa y la encerró en una habitación de una de las torres. Los padres de Leonor informaron a las autoridades pero don Rodrigo era una persona mucho más influyente que ellos, lo cual hizo que su denuncia no tuvieron ningún efecto. También intentaron contratar mercenarios para recuperarla por la fuerza coma pero tampoco tuvieron éxito puesto que el miedo que infundia Don Rodrigo que hacía que nadie quisiera meterse en problemas o disputas con él. Así que sin más lo único que les quedó a los padres de Doña Leonor fue escribir una carta he intentado localizar a su querido Don Pedro Gil por si estuviera vivo. Pagaron a uno de sus sirvientes y durante meses lo buscó en el campo los diferentes campos de batalla. Pero no supieron nada de él.

La casa del ahorcado en Úbeda

 

Al cabo del tiempo, unos monjes se presentaron de noche en casa de don Rodrigo. Solicitaron una cama para dormir esa noche y algo de pan para comer. Así podrían continuar su camino. Don Rodrigo temeroso de la iglesia, los invitó a su mesa. Ya en la mesa, Don Rodrigo comenzó a preguntar sobre su procedencia y hacía donde marchaban ese grupo de frailes. A lo que levantándose la capucha uno de ellos dijo: «Yo soy Don Pero Gil y vengo a rescatar a mi amada de las manos de un cerdo como tú». Don Rodrigo estalló en alarido y ordenó apresar a los monjes. En ese momento otro monje, se levantó la capucha y dijo: «¿Quien será el primero en ponerle las manos a su rey? «. Era el rey Pedro primero apodado El cruel. Tras escuchar las palabras, Don Rodrigo se arrodilló y comenzó a pedir disculpas y perdón, ya que se había dado cuenta que no podía vencer esa riña.

El rey mandó traer a doña Leonor, la cual estaba en una en un pésimo estado. Había sido drogada y vestida con harapos. Apenas se tenía en pie. Había sido mancillada y perdido su honra a manos de Don Rodrigo cómo castigo a su afrenta. Don Rodrigo clamo por su vida. ver el estado de la dama,el rey en vez de enfurecerse más, fue guardar silencio. Seguidamente dijo las siguientes palabras: » La honra de esta dama ha sido mancillada. Hay que restablecer su honor. Y la única forma de hacerlo es que se case con aquel que yació con ella». Don Pedro Gil no daba crédito a las palabras que estaba escuchando, pues ello suponía que doña Leonor se tendría que casar con Don Rodrigo, el cual suspiró de alivio. No puso problemas a su casamiento.

El rey hizo llamar a un cura y esa misma noche tenía, tenía a Don Rodrigo y a doña Leonor enfrente de él. El Rey sería el testigo. La ceremonia fue rápida. Doña Leonor no dejaba de llorar y Don Pero Gil de lamentarse. Don Rodrigo estaba eufórico.

Al terminar la boda, el Rey dijo a todos en voz alta: «Bien, la honra de esta dama ha sido restituida. Ya no tienes porqué avergonzarte». Y dirigiéndose a ella, le dijo: «No llores por Don Pero Gil, pues te casarás con él esta misma noche. Una vez hayas quedado viuda.» Don Rodrigo se quedó pálido escuchando de la boca del Rey la orden de ahorcamiento contra él. Gritó y gritó y como un cerdo murió. Cuentan que los gritos del ahorcado resuenan en la casa hoy en día.

 

 

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